Trabaja con instalaciones, vídeo, fotografía, escultura y arte de apropiación.
Pero está especializado en el arte de la performance. Su obra es muy ambigua y
es considerada un autorretrato personal. Azcona invita al espectador a
compartir su experiencia atrayéndolo a su mundo interno. El paso del
performance art a la instalación es, por tanto, clave: un paso de la
representación de una experiencia a su realización en el espacio con la
intrusión del espectador en la misma. La obra de Azcona es altamente
autobiográfica y personal, ha pasado temporadas internado en centros de
acogida, instituciones mentales y diferentes familias, al sufrir abandono y
maltrato infantil. Sin embargo, él presenta su estado anímico y mental como
inseparable de su experiencia, y su experiencia como inseparable de su amplia
creación artística.
Abel Azcona mezcla trabajos de contenido provocativo, crítico y social con
proyectos mucho más íntimos y propios de su experiencia personal. En sus
trabajos autobiográficos Azcona es conocido por abordar el dolor y la
resistencia física, sometiéndose a azotamientos, intoxicaciones, agresiones y
diferentes torturas psicológicas sobre su cuerpo. Azcona afirma que cuando el
dolor interno es tan fuerte, el dolor externo llega a desaparecer, utiliza el
dolor como herramienta para empatizar con sus propios sentimientos y sus
propias experiencias en la infancia y adolescencia.
Azcona nos cuenta que en el momento que se autolesiona es él quien toma la
decisión de alterar la forma de su cuerpo, al contrario que una mujer o un niño
maltratado sin poder de decisión. Sin duda podríamos afirmar que la obra de
Abel Azcona está llena de sexualidad y tristeza, mezcla su propia historia
dándole un papel protagonista a su madre biológica que ejercía la prostitución
con una crítica a la realidad social que nos rodea. Proyectos cargados de
contenido feminista y un grito hacia la igualdad y la diversidad sexual refleja
la tendencia de su trabajo hacia la política de determinadas identidades. En
temas como el género, la raza y sexualidad. A través de la performance, vídeo e
instalación pone en muchas de sus piezas en tela de juicio la propagación de los
estereotipos, de la misoginia y de las ideas anticuadas sobre el papel del
hombre y la mujer.
Sus obras, además de crear una gran tensión y de destacar el papel del artista,
lo que hacen es incorporar de forma radical al espectador, incluido el espectador
ajeno a su obra en la vía pública. Ya que Azcona ha traspasado las fronteras
del arte para llegar más allá de la galería o el museo, hasta los espacios
públicos. Muchas veces para esto emplea la herramienta de la provocación. Sus
trabajos tratan en torno a la gestación, el abandono, la prostitución, el
maltrato, el feminismo, las desigualdades y la ambigüedad. También vemos
reflejado en su trabajo una personalidad cambiante, performances art con una
estética muy cuidada contrastan con otros trabajos sucios, desagradables y que
Azcona define como grotescos. Si nos desagrada lo que vemos, es más por su
cercanía con la realidad que por su cercanía con la vulgaridad.
En 2005 realizó sus primeras obras de performance art creando y dirigiendo un
colectivo de artistas de acción, como alumno de la Escuela de Arte de Pamplona.
En su primer trabajo en Homo (2005), denuncia la falta de libertad y respeto
hacia la diversidad sexual. Desde entonces ha realizado decenas de acciones y
proyectos.
En su último trabajo Empatizando con mi madre biológica (2012) ejerce la
prostitución en diferentes encuentros sexuales con las posterior producción de
una videoinstalación de gran contenido erótico, crítico y personal.